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El Almirante del Mar Océano (IV Parte)

Oct 12, 2020

-Eres la mujer más hermosa de toda España.

Era la Gobernadora de la Isla Gomera en Las Canarias una joven bellísima de treinta años, esbelta de figura y de cintura muy breve. Blanca de cutis y dientes de coral perfectamente alineados al sonreír. Cabellera dorada y larga al pendiente de la corriente de aire que le hiciera ondearse.El color del cielo estaba en sus ojos azules al amanecer y el tono del mar al caer cada tarde. Aunque de extraordinaria hermosura su voz de tono alto y grave cautivado a sus admiradores como rasgo de la agudeza de su ingenio.

-Adorador como siempre Cristóforo Columbus.

-Beatriz de Bobadilla y Ulloa, la cazadora de corazones. Quién diría que esta isla del fin del mundo te hallaría diez años después y Gobernadora de La Gomera.

– Y tú, como Almirante del Mar Océano, ¿siempre consigues lo que quieres? No sé cómo convenciste a la reina para tu fantástico viaje. Tres carabelas y 120 tripulantes para buscar un sueño que la tierra es redonda.

Cristóbal Colón era muy alto, atlético casi de dos metros, rostro delgado, piel blanca tostada por el sol marinero, algo pecoso de la cara, la nariz aguileña y los arcos súper ciliares prominentes. Sus ojos grandes de color gris casi borrados, y los cabellos que fueron rubios ensortijados en su juventud, ahora de 56 años, eran canos y ondulados hasta los hombros. Su porte era sencillo de vestir y pulcro.

-Los días para cambiar el timón de La Pinta se me hacen eternos.

– Quédate a mi lado – le dijo Beatriz levantando en la punta de sus pies para alcanzar a rosar con sus labios su boca- serás Gobernador a mi lado y tu tripulación seguirán aquí de comida y fiestas los conquistadores de la isla. Mira la luna en el mar siempre estará con nosotros.

-Continuaré mi expedición en cuanto esté reparado le timón.

-Hay tantos monstruos y violentos mares en tu derrota que tengo mucho miedo de no volverte a ver. Dicen que las naves que buscan llegar al sol no retornan jamás ¿no tienes miedo, mi amor?

-Volveré por ti.

-Si prometes, sé que lo cumples.

-siempre que navegue por tus islas vendré a ti, y cuando esté lejos, mirando la misma luna le pediré que cambie estas palabras por nuestras vidas.

-Llévame contigo.

-En el corazón irás hasta El Nuevo Mundo.

Al amanecer del día 6 de septiembre Colon y sus tres carabelas enfilaron rumbo al oeste, vieron al pasar el volcán de la Isla Tenerife, y la última Isla del Fierro del fin del mundo, como decían los mapas. Al perderse de vista desfallecieron los corazones de los marineros ahora si por la terrible turbación de no volver jamás a sus hogares. Hasta los más valientes derramaron lágrimas y sollozos mientras las carabelas navegaban raudas empujadas por el poderoso viento.

El martes 13 , cabalístico, estando a 200 leguas de viaje notó Colon que la brújula se desorientaba y ya no señalaba exactamente la estrella del norte y los marineros empezaron a temer se perderían en el vasto océano: .que será de nosotros sin brújula? ¡Regresemos a España antes que sea tiempo perdido!

Al día siguiente se regocijaron los marinos a la vista de una garza que se posó en el mástil de La Niña, pero al caer la noche, otra vez, el pánico los sobrecogió y los llenó de terror al ver aúna gran llama de fuego que desde le cielo oscuro se arrojó al fondo del mar.

El Almirante del Mar Océano seguía los acontecimientos imperturbable. Las carabelas viajaban a toda vela por un mar tranquilo y dos pelícanos volaron al parejo de las velas al día siguiente.

El mar de los sargazos al 20 de septiembre encontraron, y de nuevo los temores los abordaron pues creían los tripulantes que si quedaban atrapados entre yerbas y enredaderas se hundirían como la historia de la Atlántida. Colón imperturbable conducía la escuadra rumbo al oeste sin variar, con firmeza, mientras disfrutaba el espectáculo de una ballena elevando su desmesurada forma sobre las olas del mar y arrojando sus aletas traseras como un par de gigantescas manos en gesto de bienvenida. Sabía bien que los cetáceos nadan más cercanos a las costas – y sonreía, aunque su situación era cada día más crítica. En peligro de rebeliones y motines se quejaban: ¿A dónde iremos a perecer, italiano?

-Riqueza a manos llenas y aplausos en todo el muelle recibirán la regresar al puerto de Palos, por su valor de someter esta empresa digna de los Argonautas – les contestaba le Almirante y se encerraba a llenar su bitácora y su Diario de Viaje.

Continuaron pasando los días lentamente y sumaron hasta 750 leguas mientras las bandadas de pájaros traían un canto de esperanza y anunciaban cada día más cercano su destino, cambiando el abatimiento de la tripulación por la ambición de ganar una pensión de 30 escudos de por vida a quien primero descubriese la deseada tierra.

La noche del 11 de octubre el Almirante subió al castillo de su lata popa y miró en la oscuridad del horizonte le parpadeó de una luz que nadie más alcanos a distinguir porque se apagó un minuto.

Siendo la noche ya, del 12 de octubre de 1492, a las dos de la madrugada, La Pinta con un cañonazo dio aviso de encontrar al fin la tierra prometida. El maquinero Juan Rodríguez Bermejo, alias Rodrigo de Triana ido le grito ¡tierra! ¡tierra!, y el Nuevo mundo empezó a aparecer la isla Guahanani, con la aurora frente a los ojos grises de Cristóbal Colón. Con una lágrima de alegría escribió en su Diario : “..Y esto lo sabe El Almirante del Mar Océano porque lo ha visto”.

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