“El Presidente de México debe actuar como hombre de Estado. Como estadista no debe comportarse como jefe de partido, de facción o de grupo. El presidente debe representar a todos los mexicanos. El presidente debe ser factor de concordia y de unidad nacional. El presidente no puede utilizar a las instituciones de manera facciosa ni para ayudar a sus amigos ni para destruir a sus adversarios…”
Así se dirigía a las multitudes Andrés Manuel López Obrador.
¿Qué le pasó a Amlo? Porque lo que decía en el pasado no lo trajo a tiempo presente ahora que es presidente de este país.
A lo mejor fue el infarto agudo al miocardio que sufrió a principios de diciembre del 2013 –hoy tiene 67 años de edad, entonces recién cumplido los 60–, y posiblemente el ver de cerca la muerte le hizo reflexionar y apresurar el paso en todas sus decisiones, caprichos, ocurrencias, terquedades y demás actuaciones que tienen al país pendiendo de un hilo.
Quizá.
Y justificó su actuar en lo que llamó la cuarta transformación (no recuerdo que haya mencionado la 4T en sus tres campañas) para cometer barbaridad y media, así como reforzar el dañino centralismo y fortalecer el presidencialismo más impresionante en los últimos sexenios.
Claro, ahora su justificación ideológica la sostiene en base a los acuerdos del foro de Sao Paulo.
Hubo tiempo en algunas de sus campañas anteriores en las que hablaba muy bien del rumbo que debían tomar los empresarios. Pero eso es cosa pasada.
Sus caprichos los estamos sufriendo los mexicanos. Hay cuatro que nos tienen con la soga al cuello y cuyo costo hasta el momento ronda los 730 mil millones de pesos: Tren maya (165 mmdp), tren México-Toluca (100 mmdp), aeropuerto Santa Lucía (80 mmdp más 200 mil mdp que es el costo por haber cancelado el NAIM) y la refinería Dos Bocas (178 mil mdp).
Los expertos ya dijeron que no van a estar en tiempo, ni de broma van a costar esto –debido al desfase presupuestario que sufren de manera continuada–, no se va a recuperar lo que dicen que se va a recuperar, no van a servir para lo que dicen que van a servir y lo peor de todo es que van a generar grandes escándalos de corrupción pues hay que recordar que la tónica de Amlo es otorgar adjudicaciones directas de preferencia pues solamente un 20 por ciento de todos los concursos en este gobierno se han licitado.
Aunque los hubiera no existen, pero ese dineral serviría mucho en estos momentos de crisis sanitaria:
Un millón 600 mil infectados y 137 mil muertos), de desesperación económica (más de trece millones de empleos perdidos, es decir, 80/20 entre formales e informales, esto según cifras de junio del 2020
De fuga de capitales que a mediados del año pasado fueron por el orden de los 13 mil millones de dólares , con una deuda externa que aumentó en 1.5 billones de dólares llegando a los 12 bdd en total y para que se de una idea, el presupuesto del país anual es de poco más de seis billones de pesos que convertidos a dólares son unos 311 millones
¿Sabe cuándo vamos a pagar esa deuda?… ni los nietos de sus nietos lo van a ver.
¿Qué le pasó a aquel aguerrido líder que tenía diferentes fórmulas en su cerebro que incluso se veían bien pues manejaba tesis interesantes para administrar el país?
Lo perdimos desde el momento en que diseñó a un enemigo a vencer –conservadores, fifís, etcétera–, justificando en todo momento sus fallas en personajes del pasado y sobre todo al querer mantener una hegemonía política y convertirse en emperador de este empobrecido país que le demostró en las elecciones de Hidalgo y Coahuila que no las trae todas consigo.
Hoy observa Amlo con impotencia cómo se le salió el país de control que quiere amarrar otorgando peligrosamente más poder al ejército. Su pleito con el INE es un distractor que lo regresa a sus años de luchador social para sentirse bien y salirse con la suya pues quiere lograr que las “mañaneras” sean transmitidas íntegramente violentando la ley, hecho que por supuesto que conoce. ¿O usted cree que no si participó en tanta campaña?
Y sobre su partido Morena y el despapaye que se carga, pues claro que le mortifica perder el poder político –le tiene pavor a la alianza PRI-PAN-PRD– pero no debe demostrarlo y mucho menos estresarse pues quedó tocado luego de aquel infarto del 2013.
Perdió el rumbo, no sabe qué más hacer. ¿Austeridad? Por favor. No sabe manejarla pues está desenfocada y confusa lastimando seriamente a casi todos los sectores de la sociedad lo cual, supongo, le lleva a pensar en reducir al máximo por un lado los costos de la burocracia y programas gubernamentales para mantener a flote al país, pero con un costo muy elevado en el aspecto social y político y sumamente disparejo
Ese detalle de que busca desaparecer al INAI, el único que ha permitido aligerar las cargas de corrupción gubernamental es un golpe durísimo contra el manejo de la transparencia y cae en el ridículo al apoyar con millonarios contratos a su hermano Pío y su estadio de béisbol en estos tiempos de pandemia. Es extremoso.
Según mi parecer, la realidad lo rebasó y decidió conformar su propio contexto. De allí estas locuras que estamos viviendo. Aplicó la mercadotecnia que ha funcionado en otros regímenes totalitarios y aunado al hartazgo social pegó el chicle en sus 18 años de campaña.
Pero no somos un pueblo feliz por su culpa, ni solidario pues como botón tenemos que no hubo apoyo de otros estados en el caso de las inundaciones de Tabasco y Chiapas y si hay un terremoto no creo que se dispare la bondad de los mexicanos. Le valió y desapareció la mayoría de los fondos.
“El presidente debe ser factor de concordia y de unidad nacional”, palabras huecas que como candidato tenían un valor serio. Hoy no.
EN FIN, por hoy es todo, mañana le seguimos si Dios quiere.
Armando Vásquez Alegría es periodista con más de 35 años de experiencia en medios escritos y de internet, cuenta licenciatura en Administración de Empresas, Maestría en Competitividad Organizacional y Doctorado en Administración Pública. Es director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de CEO, Consultoría Especializada en Organizaciones…
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