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ENTRETELONES

Ene 12, 2023


PARTEAGUAS
SAMUEL VALENZUELA / COLUMNISTA

#DESPIERTASONORA

Para quienes estamos atentos al quehacer político en Hermosillo, sabemos de los tradicionales desencuentros entre gobernadores y presidentes municipales en turno, en algo así como una maldición cuyos efectos pegan principalmente en la calidad de vida de la gente, aunque son temas que la clase política devora con fruición.

Samuel Ocaña y Alicia Arellano protagonizaron recordada confrontación que derivó en que Casimiro Navarro le ganara la elección a la alcaldía a Enrique Flores López; distante la relación entre Rodolfo Félix Valdés y el Temo Balderrama y luego el Calolo Robles víctima de la vendetta del que luego fuera gobernador, Manlio Fabio Beltrones.

Recordada la confrontación entre el nativo de Villa Juárez con Guatimoc Iberry, incluida aquella mascarada de reconciliación con un lustrador de calzado como testigo, pasando luego a quizás el más placido trienio con un Gastón González Guerra, cuyo paso por la alcaldía capitalina fue en calidad de chalán del inquilino del palacio de al lado.

De ahí en adelante las cosas se enredaron más por la seguidilla de administraciones del PAN y los consecuentes diferendos con gobernadores priistas, como fue el caso de un Francisco Búrquez obligando a López Nogales a desistir con el proyecto de la desalinizadora para abastecer de agua potable a Hermosillo o la confrontación entre compañeros de partido, Eduardo Bours Castelo y Ernesto Gándara Camou, en el marco de aquella feria de traiciones que llevaron a la gubernatura a Guillermo Padrés Elías, quien quiso romper tradiciones con aquella otra mascarada dándose la mano con Javier Gándara a la mitad del puente elevado entre los dos palacios.

Por rencillas internas en el PAN e intromisiones del ejecutivo, Manuel Ignacio Acosta le dio una paliza a Damián Zepeda y así por el estilo en el marco de una eternizada rivalidad que sin importar partidismos se presentan en la relación entre las autoridades del municipio capitalino y el titular del Poder Ejecutivo en turno, que más allá de saldos políticos positivos o negativos para unos y otros, es la ciudadanía hermosillense la que paga los platos rotos, sean muchos o sean pocos.
Pues algo ha cambiado en este casi año y medio de interacción entre el gobernador Alfonso Durazo Montaño y el presidente municipal de Hermosillo, Antonio Astiazarán Gutiérrez, que cuando menos de trascendencia pública, no se perciben diferendos entre ambas instancias, destacando que tampoco hay indicios respecto a zancadillas mediáticas entre sí, o sea, hasta ahora llevan la fiesta en paz.
Cuando menos esa es nuestra perspectiva, lo que nos hace considerar que esa tolerancia y respeto entre ambas administraciones significa hasta ahora, un parteaguas en la historia institucional del municipio sede de los tres poderes del Estado.
Y sabemos que esa civilidad ha sido retada por los inconvenientes propios de la problemática tan compleja que enfrentamos los hermosillenses y la misma autoridad municipal, aderezada con ínfulas destrampadas, así como infantiles pretensiones saboteadoras desde mandos partidistas todavía ardidos por la derrota que el Toño les propinó en la elección del 2021.
Nada ha afectado a la relación institucional entre los inquilinos de los palacios vecinos y vaya que habría motivos desde las perspectivas del pasado, pero que en este caso, tanto el gobernador como el alcalde como que priorizan otras cosas que andar inmiscuidos en rencillas.
El distintivo del Toño Astiazarán es que es un alcalde muy ejecutivo; se las ingenia para con recursos propios financiar obras de infraestructura históricas concluidas o en proceso, acopio de equipamiento para servicios públicos, policía municipal, programas de rescate de viviendas abandonadas y establecer vías para que nuevas tecnologías estén al servicio de la comunidad.
Así las cosas, todo ese conjunto de una gestión exitosa en Hermosillo, libera al gobernador de preocupaciones mayores en dichos rubros, para enfocar el apoyo estatal a quienes no han podido solos con el paquete, como son los casos de la mayoría de los alcaldes morenistas, empezando por el de Cajeme, Javier Lamarque, pasando por la de Guaymas, Karla Córdoba o el de Nogales Francisco Gim.

El gobernador Durazo ha salido al quite en esos ayuntamientos, con millonarias obras en las que se aplicarán recursos estatales y federales, en tanto que en Hermosillo se aplica en la ampliación de la carretera a Bahía de Kino, trabajos ya iniciados, además de los cinco parques de bolsillo habilitados en populosos sectores de la capital de Sonora y el aún material de maqueta que proyecta hacer el Parque Recreativo La Sauceda, el Parque de Chapultepec del noroeste de la república.

De seguir así las cosas en la relación –pública—entre el gobernador y el alcalde de Hermosillo, y si no se enredan a causa de la próxima elección, se romperán esquemas del pasado, estereotipos y clichés, en un parteaguas del tradicionalismo de la política hermosillense arribando a otro mejor nivel y suponemos que la ciudadanía sería la principal beneficiaria de dicha civilidad.

Por lo demás y a propósito de reacomodos con miras al próximo proceso electoral, nos comentan que ya se configura el desplazamiento de no pocos perfiles padrecistas incrustados en importantes niveles en la administración de Durazo Montaño, esfuerzo que podría considerarse natural por parte se sectores duros de MORENA, que a su vez fueron desplazados por esa alianza electorera y convenenciera.

Estará por verse si el gobernador es parte de esa voluntad depuradora, que podría abortar las desolotadas ambiciones de por ejemplo Célida López Cárdenas, quien financia menciones mediáticas para posicionarla como legítima posibilidad para contender por la senaduría desde la secretaría de Turismo o que se ilusione hasta con entrar como sustituta en el caso de que el gobernador pida licencia para irse a la coordinación de la campaña presidencial o ser plan B como corcholata.

No son pocos quienes desde el padrecismo se surfean sobre la ola morenista en Sonora e incluso, ahí anda el tal Kiko Munro, que desde su nicho panista padrecista se convirtió en aliado de la cuarta transformación o de un Fermín Trujillo Fuentes, ajonjolí de todos los moles partidistas, siempre dispuesto a venderse al mejor postor a costa a luchadores del magisterio que representan el proceso de crecimiento del progresismo en esta entidad.

Luego está ese pollito Castelo, a quien desde su militancia en la ultraderecha, al igual que Célida, de pronto se convirtió en furibundo “izquierdista” y que desde el Congreso del Estado medra de recursos asignados a Comunicación Social para engordarse su caldo para seguir viviendo del presupuesto, eso sí, utilizando esa instancia de la Cámara de Diputados como si fuera su propiedad, frente a un Chuy Olivas a su servicio a cambio de engordar sus cuentas bancarias.

Ya veremos cómo les va a esos sectores de MORENA hartos de ver como desde sus trincheras los oportunistas les comen el queso y si pueden avanzar en el propósito de depurar a dicha calaña del movimiento que encabeza Durazo Montaño en Sonora.

Curioso caso el del Congreso del Estado con un esquema de comunicación prácticamente desmantelado y diputados y diputadas en la indefensión mediática, donde lo único que se hace es enviar boletines y transmitir sesiones vía redes sociales y la mayoría de los legisladores obligados a utilizar recursos propios si es que quieren dar a conocer sus actividades, abuso potenciado en el caso de las bancadas de Movimiento Ciudadano y el PAN.

A lo mejor prospera la intención del diputado Jacobo Mendoza y otros y otras integrantes de la bancada de MORENA y el PT para remediar esa situación y abonar en algo a mejorar la imagen del Poder Legislativo de la entidad, ya que no basta con unos bannercitos mal hechos y que hayan aceptado reducir a la mitad el presupuesto para que les caigan bien al electorado.

Y luego de informarse este martes que se construirán mil 156 paradas de camiones en diversas ciudades de la entidad para dignificar la espera de servicio de los usuarios, no faltaron quienes consideraron que antes que erigir tal infraestructura, la titular del ramo, Lirio del Castillo debiera concretar que antes haya camiones o suficientes unidades de transporte urbano.

Y en efecto, tal dudosa prioridad es similar al reciente anuncio respecto a la construcción de acueductos y otras obras de infraestructura para dar de tomar agua potable a centros urbanos, antes de concretar acciones que ofrezcan alternativas que incrementan la oferta de más agua para los sonorenses, como lo es la desalación de agua de más, porque la que cae desde arriba y la que se encuentra en el subsuelo es poca y la segunda, en proceso de agotamiento.

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