BECKER GARCÍA / COLUMNISTA
#DESPIERTASONORA
Hace un titupuchal de años, cada seis meses, yo, como estudiante del ITSON, procuraba cooperar en cada uno de sus sorteos, vendiendo boletos.
Año de 1982, el del mundial de España, me tocó, como hijo mayor, llevar a mi padre a que le hicieran un estudio que no se hacía en México, un cateterismo, el cual ahora hacen hasta en cualquier consultorio médico.
¿Me llevas? Me dijo mi papá y, ¿cómo no?, el Paso Texas siempre era un jolgorio, y claro que fui.
De regreso, en casa y viendo un partido de ese mundial, me dice mi hermano: carnal, “te buscan”
Era la güera Swanquist, a quien yo le tomaba siempre una cartera de boletos. Me preguntó por ellos y la verdad, con la ida y vuelta, no tenía la más mínima idea de dónde había quedado, y sí, la convicción de que, por el viaje y otras cosas, no había vendido ni uno.
Debo aclarar, que Eva, la güera, iba acompañada por un morenita enfundada en unos pantalocintos azules apretaditos y, una blusa color ¿marrón?, la cual, desde que la detecté en mi radar visual, no pude dejar de ver.
Luego, cuando le expliqué a Eva que no sabía donde estaban los boletos, mi baba, por culpa de la morena de pantalocintos azules, fluía y fluía.
Al encaminarse ellas a la salida de la casa de mis padres, pude ver a mi hermano menor que, desde la ventana de la cocina, con la mirada, no paraba de seguirlas.
“uy carnal”, me dijo, ¿vió a la morena?
Cof cof, no, le respondí, ¿por?…
Averigüe el nombre de la Morena: Alma Angélica López Flores, pedí, a otra amiga de ahí del ITSON, con el pretexto de quererle vender boletos, su horario en su carrera de Administración de Empresas.
Y fue entonces que me convertí, en un guardián de sus acciones.
Callado, con la prudencia necesaria, me aparecía día tras día en cada uno de sus movimientos.
Esto continuará