Administración de la corrupción
ARMANDO VÁSQUEZ A./COLUMNISTA
#DESPIERTASONORA
ENTRE LAS CARACTERÍSTICAS de los fenómenos sociales se tiene que cuentan con causa y efecto, con cambios perennes conforme a su mayor o menor incidencia, y sobre todo que transmutan dependiendo del tamaño de crecimiento, entre otros puntos.
Me explico.
Si tomamos como ejemplo la corrupción es relativamente fácil visualizar causas y efectos, los cambios internos son una constante, ¿pero en qué se transforma finalmente o transmuta?
Va más allá de pudrir a la sociedad o bien, en otro efecto importante, el que se vea normal como cuando se observan por ejemplo los asesinatos que son el pan de cada día. La misma impunidad es una consecuencia.
Curiosamente la corrupción como fenómeno busca transmutar a la estabilidad como un estado óptimo. Los hacedores de la corrupción saben que entre menos se mueva el fango, más probabilidades hay de sostenimiento de un régimen.
En Alemania, en los primeros años luego de la caída del muro de Berlín en 1989, en el área gubernamental de construcción de carreteras legalizaron prácticamente la corrupción de tal manera que en las licitaciones iba incluida una mochada para el o los funcionarios encargados de esos proyectos, con la consabida pena de cárcel si tales obras resultaban defectuosas o no se terminaban en tiempo y forma establecidas.
En otros países, como Singapur, China, Indonesia y Corea del Norte, existe la pena de muerte. En El Salvador, Bukele una vez sentado en la silla presidencial seguirá con la segunda fase –pues ya encarceló casi a todos los maras y acabó con la inseguridad–, ya anunciada que es encarcelar a los corruptos y obligarlos a que regresen lo robado. En Argentina, Milei aun no le encuentra la cuadratura al círculo.
¿Qué pasa en México?
La corrupción institucionalizada horizontal y vertical, permitió décadas de tranquilidad social. Es decir, la estabilidad óptima. La cultura mundana y aguanta todo del mexicano, le clavó en su cerebro la frase “que roben (pues todos los políticos roban), pero que hagan algo” en referencia a beneficios para los gobernados.
Como decía el arquitecto Flores López: El mexicano conforma una tribu combinada con cochi y alacrán, el pueblo Cochitrán.
Cuando Felipe Calderón inició su guerra contra el narcotráfico quiso sustituir el modelo y red de corrupción tan acendrado entre funcionarios de gobierno y los hombres del crimen organizado. Topó con pared al fustigarlos inclementemente y no presentar estrategias alternas. Con Peña Nieto regresó de alguna manera cierto orden en esa puntillosa relación. Por eso cuando el PRI dice que sabe gobernar, es cierto, sabe ser un excelente administrador en lo general, incluyendo la corrupción.
Con López Obrador, desde tiempos de campaña dijo que acabaría con este fenómeno que se llevaba 500 mil millones de pesos. Que su ataque sería tan fuerte que con ese dinero alcanzaría para ene cantidad de proyectos. En sus mañaneras utilizó como símbolo un pañuelito blanco en señal de que se había acabado la corrupción, palabra repetida nueve mil veces en su sexenio. https://n9.cl/bl6qa
Desde el 2018 entraron otros actores y sus reglas particulares –no estandarizadas como en los gobiernos priístas–, de tal manera que conformaron una metodología disruptiva en la cual quedó asentada una disposición general: si el acto de corrupción conlleva el apoyo al movimiento –la 4T, pues–, todo estaba permitido y hasta perdonado en caso de descubrirse la tranza. Ejemplos sobran. La permisibilidad, complicidad y aceptación desde las altas esferas es la causa y la impunidad, el efecto como lo vemos actualmente pues no hay encarcelados por este concepto.
Temas sobre corrupción en este sexenio en el área gubernamental de todos los niveles, sobrepasan los dos centenares de casos en el ámbito federal, según Mexicanos Contra la Corrupción.
Y hay un punto visceral en esto. Aunque no hay estudios focalizados al respecto, se entiende que la corrupción en los gobiernos de antes era controlada por ¿un centenar? –otros dirán que muchos más, pero es difícil establecerlo– de hombres y mujeres ubicados en los diferentes tópicos: gobierno, empresas, organizaciones gremiales y dirigencias políticas, tanto de partidos como de legisladores así como jefes criminales.
El hecho es que eso también cambió con López Obrador. Todo indica que se triplicó ese número de personas controladoras a las que se sumó ahora la Sedena cuyos integrantes conformaban antes un mundo aparte y cerrado que permitía al ciudadano clasificar al soldado con un alto rating de confiabilidad. La competencia por ver quien es más corrupto se amplió hasta los hijos del mismo López Obrador.
En esa misma medida de tres a uno, creció el tejido que maneja este ámbito, de allí que, los criminales, optaron a su vez por ampliar su estrategia de recaudación hasta llegar al control de la política al apoderarse de candidaturas únicas en un centenar de municipios.
Cómo ya son dos fuerzas de gran calado, (gobierno y malandros), llegará un momento en que ocurrirá una implosión al chocar los intereses de los dos tipos de malos mexicanos como ocurre en estos momentos.
¿Se explica mejor la causa del porqué tanta demostración de poder de los jefes narcos y huachicoleros de primer nivel? Y lo que falta. No hay pues una administración adecuada de la corrupción y el pueblo bueno y sabio es quien paga las consecuencias.
EN FIN, por hoy es todo, el lunes le seguimos si Dios quiere.
Armando Vásquez Alegría es periodista con más de 35 años de experiencia en medios escritos y de internet, cuenta licenciatura en Administración de Empresas, Maestría en Competitividad Organizacional y Doctorado en Administración Pública. Es director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de “CEO”, Consultoría Especializada en Organizaciones…
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