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ENTRETELONES

Ago 25, 2022

MÁS RUINA

SAMUEL VALENZUELA / COLUMNISTA

#DESPIERTASONORA

Todas tendencias, indicios, prospectivas de especialistas y la experiencia cotidiana como consumidores, señalan que la economía de la gran mayoría de los mexicanos se encamina de forma acelerada y progresiva depauperación, en la que la supuesta estabilidad del peso ante el dólar poco importa ante una inflación general acumulada este año del 8.62 por ciento. 

Se avanza rápido en dicha dirección y ya la Comisión Económica para América Latina y el Caribe sitúa a México como el segundo país más pobre de Latinoamérica continental, apenas detrás de Venezuela, con casi siete millones de nuevos pobres generados entre diciembre del 2018 y el 15 de agosto de este año, y como impacto adicional está el que productos de consumo básica se ha encarecido en un 34 por ciento en dicho período. 

Las clases medias en el tobogán y clases populares tocando piso, es una tendencia irrefrenable que ofrece desalentador panorama que nuestra generación padeció a fines de los años setenta y durante casi toda la década de los 80, para ahora replicarse para esos millones de mexicanos que se desarrollaron en esa estabilidad neoliberal, que precaria y todo, era una estabilidad que permitía hacer planes para mejorar la calidad de vida. 

Todo se va al carajo y por lo que se ve, es irremediable con todo y los efectos de la torpe conducción de este país que pareciera ser una fábrica de pobres, apostando simplemente a la anacrónica estrategia populista de tratar de proveer lo mínimo necesario a través de sus programas sociales que están quedando en nada ante la acelerada depreciación del poder de compra. 

Todas las peores proyecciones económicas han sido superadas y la realidad que describen organismos especializados es que México enfrenta la peor crisis de los últimos 22 años y las perspectivas no son nada alentadoras en un país en el que los millonarios sólo tendrán menores ganancias, en tanto que los únicos con posibilidades de estabilidad son quienes integran la aristocracia gubernamental, asociados en partidos políticos y su selecto club de proveedores. 

Con un gobierno que concentra sus recursos financieros en obras faraónicas y en la dispersión de dinero con motivos políticos que no resuelven de forma ni de fondo la precariedad en que viven millones de familias mexicanas, no se ve cómo se pudieran recomponer las cosas, con un presidente ya muy lejano en el cumplimiento de sus responsabilidades como jefe de estado y dedicado mayormente a las superficialidades propias del vodevil. 

Podría decirse que Sonora presenta condiciones más favorables que podrían retrasar o aminorar el golpazo en proceso, pero la verdad es que el embate inflacionario ya hace estragos en la economía popular y de las clases medias, efectos que al gobernador Alfonso Durazo Montaño no está en condiciones de resolver por no ser de su competencia. 

Pero ante lo que se viene, más le valiera tomar providencias en caso de que ante las urgencias del Gobierno Federal, sus grandes y millonarios proyectos de infraestructura se queden en conatos, y vamos, hasta podrían ser afectados los suministros presupuestales de la Federación ante emergencias en otras partes del país o en esta misma entidad. 

Siquiera hubiera tiempo para establecer esas fantásticas bases para el desarrollo futuro de la economía de Sonora y de los sonorenses, cuando resulta evidente que a Andrés Manuel López Obrador no le va alcanzar con el tren maya, su nuevo aeropuerto y la refinería Dos Bocas, para revertir el desastre en que convirtió a las finanzas nacionales y sus funestos efectos en las finanzas familiares de millones de mexicanos. 

Ya está encima la pobreza alimentaria, la laboral, en materia de salud; estados y municipios irremediablemente deberán rascarse con sus propias uñas en materia presupuestal y como esto debe seguir caminando, será con más impuestos y variada carga fiscal a los contribuyentes como ya más o menos está ocurriendo, todo adornado con la gigantesca cereza de la inseguridad pública, que va junto con pegado a la crisis integral en que la llamada 4T metió al país. 

Su pragmatismo y visión de estado que percibimos en el gobernador Durazo Montaño pueden representar un plus para que sea menor la carga de los efectos y así estar en condiciones de no salir tan raspados a causa de las torpezas en la siguiente instancia de gobierno o del incumplimiento de compromisos presupuestales y así atenuar el golpe, como lo hace en estos días luego de la contingencia climática del fin de semana pasado que dejó bajo el agua a la región Guaymas-Empalme. 

Dada la improbabilidad de los flujos federales para atender esa emergencia, bien por el mandatario estatal al emitir el decreto y declaratoria de estado de emergencia y de desastre, lo cual le permitirá hacer las adecuaciones financieras y reconducir presupuestos de la administración estatal para destinarlos a atender la emergencia. 

La prioridad es proteger la vida y la salud de más de 15 mil personas afectadas por las inundaciones, así como reconstruir la infraestructura urbana, de vivienda y de caminos, dañada por el meteoro y en el decreto se establece que tales acciones serán con cargo a las finanzas del estado, de los municipios y del gobierno federal, que sin nos atenemos al costumbrismo a la mexicana la aportación federal quedará en la valiosa participación de nuestras fuerzas armadas en labores de auxilio y reparto de paquetes de supervivencia, porque lo grueso y caro de la responsabilidad recaerá en el Estado. 

Pero como sea, son seguras e irremediables las reasignaciones presupuestales que deberá aplicar el secretario de Hacienda, Omar del Valle Colosio y el resto de sus colegas deberán de aceptar sin chistar, salvándose en todo caso de apoquinar para las reparaciones en la carretera de cuatro carriles, que según en gobernador será con cargo a las aseguradoras 

Pues este entorno que obliga a adecuar destinos de recursos del gobierno a nivel local, puede ser replicado a nivel del gobierno federal, pero además, servir de pretexto para justificar suspensión de obras, demoras y hasta cancelación de las mismas y valiera mejor estar prevenidos para no resultar sorprendidos, así como cuando por el ya lejano septiembre de 1985, los sismos en el centro del país puso en la precariedad a las finanzas de los estados y los municipios porque las prioridades eran otras. 

Por lo pronto hay que atender en lo inmediato tal como lo hace el gobernador Durazo, que ya verá después cómo le hace y de igual forma, en el caso del alcalde de Hermosillo, Antonio Astiazarán Gutiérrez, mantiene la liga bien estirada en materia de prevención, como es el caso del reforzamiento de la rivera oeste del río San Miguel a su paso por desarrollos campestres aguas arriba de San Pedro, en donde la fuerza de la corriente se ha “comido” metros para incorporarlos al cauce. 

Afortunadamente no es el caso donde tenemos nuestro feudito, pero se agradece igual el ver maquinaria y personal de la comuna haciendo su chamba, cuando la temporada de lluvias y eventuales avenidas aún le queda al menos un mes, mes y medio, y eso sí a este común mortal y vecinos nos ha tocado lidiar con la intermitencia en el servicio de suministro de energía eléctrica durante lo que va de esta semana, sin que haya visos que mejore esa supuesta empresa de clase mundial. 

Y a propósito de pretextos, no hay que descartar que debido a las inundaciones del fin de semana y los gastos derivados por dicha contingencia, se posponga otra inauguración del Hospital de Especialidades en Hermosillo, ese que según se anunció para el 15 de septiembre próximo y que si se hace, de todas formas no estará el presidente López Obrador. 

La otra vez el titular de salud, José Luis Alomía informó que de hecho ya algunos servicios se habían transferido del Hospital General, pero como la carga presupuestal por los efectos del Monzón Mexicano es para la SIDUR, no descarte Usted que Heriberto Aguilar no cumpla con esa asignatura que vence en poco más de 20 días. 

Y la SCT está en las mismas, toda vez que los estropicios por la contingencia climática bien le podrían de servir de pretexto para no cumplir con las fechas de conclusión de las obras de modernización de la carretera de cuatro carriles en el tramo de las llamadas curvas de Quijano, entre Ímuris y Nogales, obra que debió quedar concluida desde el 15 de este mes, y tampoco ese kilometrito que falta pavimentar antes de llegar a la línea limítrofe entre Sonora y Sinaloa. 

Estuvimos en la conferencia de prensa donde el director del Centro SCT-Sonora, Godofredo Gardner Anaya le puso fechas y plazos para concluir esas obras y suponemos que al no haber sido cacaraqueadas es que no están terminadas, y en tal incumplimiento no se puede pretextar lo ocurrido en Guaymas y Empalme el fin de semana pasado.

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