DR. RAÚL HÉCTOR CAMPA GARCÍA / COLUMNISTA
#DESPIERTASONORA
(Este artículo se publicó, en la fecha que lo escribí, en un medio digital- 5 de enero 2018. Lo aquí escrito, es persistente en una parte de la sociedad, que sigue con la misma estupidez ancestral de recibir los “años nuevos” haciendo disparos al aire, sin importarles el peligro que esto conlleva. Se agrega a esta estulta costumbre, la indolencia o cobardía de las autoridades de poner un alto a tales actos repetitivos cada fin de año. Este recibimiento del nuevo año 2023, la insana alegría de hacer disparos por unos irresponsables, de nuevo provocan la trágica muerte de un inocente ser humano. En la ciudad de Culiacán muere JARED, un menor de 5 años de edad por una herida de bala en el cráneo (QDEP, mientras los culpables gozan de impunidad). Otro niño de 7años se encuentra delicado, hospitalizado a consecuencia de otro proyectil de arma de fuego, provocándole una herida en el tórax. La estulticia de unos cuantos y la indolencia gubernamental son culpables de las desgracias en los hogares del País. Los gobiernos se hacen “gansos o patos” o “porque son los usos y costumbre” de los pueblos (bárbaros, agregaría). Esto me viene a recordar, lo expresado por el presidente de la República (AMLO), respecto a la venta de niñas púberes, por sus padres en algunos pueblos originarios; su respuesta fue: “son los usos y costumbres”. Con todo respeto a su investidura, QUE PENDEJADA en mero siglo XXI).
Culiacán, Sin. 3 de enero 2023.
Cultura, del latín cultus, se define o refiere al cultivo del espíritu humano y de las facultades intelectuales del hombre (del ser humano, por aquellos que se puedan sentir por la equidad de “género” –cosa-).Aunque la definición de cultura ha ido cambiando a través de la historia, pero siempre ha estado asociada a la civilización y progreso. Pero también a la idiosincrasia de los pueblos, lo que caracteriza a una nación, a una comunidad, e incluso lo que a las costumbres se refiere, sus tradiciones dentro de esa comunidad; festejos, comida, vestido y el comportamiento general de sus pobladores. Frecuentemente la cultura, se confunde o se entiende, por las tradicionales costumbres de una población.
Desde el punto de vista de la civilidad, y progreso; del cultivo del espíritu y del desarrollo de nuestras facultades intelectuales, un pueblo con este tipo de cultura, puede ser menos corrupto. Las tentaciones a la ostentación, la enajenación por tener lo que no se puede, el glamour y una vida del falso oropel, son frecuente en la esencia del ser humano. Algunos sucumben a esto, en especial los jóvenes, con cierta proporción con los adultos.
En cuanto a la ancestral costumbre del recibimiento de los años nuevos, y en la “irresponsable alegría” de celebrar con disparos al aire, con armas de distintos calibres, nunca se ha controlado en nuestro País y en otros. A pesar de las tragedias que cada nuevo año se han documentado, con heridos y muertos como consecuencias de las balas perdidas. Hemos sido testigos, como médicos, de esto; como al disparar al aire, el regreso por gravedad de las balas, perforan no solo cráneos humanos, toldos de carros y techos de láminas de portales, con riego de herir o matar a sus ocupantes.
En más de veinte años, que he ido a recibir los años nuevos, a la Ciudad de Culiacán, nunca como ahora me había tocado tanta balacera y los tronidos de tantos cohetes y tantas horas después del primer minuto de este año 2018. “La cultura” de disparos al aire, duró poco más del amanecer, en esta singular Ciudad donde la honorabilidad y el recato responsable conviven, con ciertas acciones irresponsables e ilícitas y de una cobarde tolerancia de las autoridades. El “tableteo” de metralletas, y pistolas de alto calibre fue el común denominador. Increíblemente los encargados de la seguridad, declararon (en el trascurso del 1 de enero de 2018), que no se actuó en consecuencias, ya que “no tuvieron reportes” de estos hechos; cuando en casi todas las colonias o barrios, no faltaron quienes, con ostentosa impunidad, sacaron a relucir y usar sus armas; algunas reglamentarias, solo para el ejército.
Poco se observó el recorrido de la autoridad, para no decir nulo, a esas horas. Tales hechos, semejaban zonas de combates del medio oriente. A estos riesgos se agregan, aunque ahora menos que años pasados, los famosos globos de Cantolla (globos aerostáticos, supuestamente invento de un mexicano, Joaquín de la Cantolla y Rico, escrito con LL y no Y, otros reportes apuntan que son ¿de una región de China, Cantoya? No encontré esa Región o no existe) que se elevan con aire caliente, que han ocasionado algunos incendios de viviendas, así como los cohetes de juegos pirotécnicos han dejado personas lesionadas de gravedad, por el uso irresponsable de estos artefactos manufacturados con pólvora.
Ciudad Obregón, no es la excepción, de está “cultura de los balazos y de la muerte”. El año 2017 con 208 asesinatos, la mayoría jóvenes. La cultura de la muerte, se induce también por el uso de las armas. Un dicho antiguo menciona, que cuando se porta una pistola u otra arma, “es para usarla y no traerla de adorno”. Una manera de perder el respeto a la vida humana. Así, tenemos noticias, de seres masacrados, mutilados, que en grotescas imágenes o videos envían gente sin escrúpulos, que han aumentados los índices delictivos en el País, donde permea la inseguridad a tal modo que parte de la ciudadanía es obligada a portar armas, para su defensa. Al final a estos ciudadanos, le sale “más caro el caldo que las albóndigas”, al hacer uso de ellas – en su defensa- donde se respeta más los derechos humanos de los delincuentes, que de un honrado ciudadano.
Quizás cuando a estos individuos les toca sufrir en carne propia o de un familiar, entenderán su aferrada irresponsabilidad repetitiva cada principio de año. Pero la responsabilidad de acabar con esta cultura, es en ambos sentidos, sociedad civil y una autoridad responsable en todos los niveles de gobierno. En estos últimos recae una enérgica vigilancia, y la sociedad civil, la familia, los centros educativos, tenemos que colaborar en estas acciones. Cuando se pierde el respeto a la vida humana, que puede iniciar desde la concepción del ser humano con la práctica de abortos, y después poner en riesgo la vida por estas y otras acciones, se atenta contra la dignidad de las personas y se va inculcando la cultura de la muerte y la insensibilidad ante estos hechos, que cada vez más disminuye la capacidad de asombro de una sociedad que solo esta como un morboso expectante.
FELIZ AÑO 2018, con mucho respeto a la persona humana. A nuestros niños.
Dr. Campa.
Este fue el comentario que me envió un amigo pediatra de Culiacán, Sinaloa, en esa fecha del artículo:
Así es, estimado amigo
Esta “situación” que sucede en nuestra ciudad, nos pinta como somos, aunque la gran mayoría no seamos así; el reclamo perenne y casi inútil de la sociedad ante las autoridades es cíclico. Estas demostraciones de “cultura” de una parte de nuestra gente están tan arraigadas, y que las autoridades no actúen y además estén coludidas, es parte de nuestro panorama al que nos hemos acostumbrado, con todas sus consecuencias. Esto se reafirma con el comentario editorial de un periódico local:
Porque quieren, por eso han sacado las armas en momentos en que la mayoría de las familias, en varias partes de Sinaloa, están reunidas para celebrar la llegada del Año Nuevo. Porque pueden, por eso han detonado sus armas, a coro, porque saben que si algo se tiene en común todos aquellos que dispararon al aire sus equipos de diferentes calibres, es que nadie los va a tocar. Y lo hacen porque quieren y porque pueden. La impunidad que prevalece no solo en el Estado, sino en el País, les da confianza para actuar como lo hacen: retando a la autoridad y atemorizando a la población. Porque saben que los únicos que “no sabrán” dónde se están detonando las pistolas y los fusiles son las autoridades. Y porque los que saben, preferirán resguardarse bajo un techo, a la espera de que pase la lluvia de balas y protegerse del daño que la autoridad ha sido incapaz de prevenir. (Porque quieren, porque pueden)
Saludos
Dr. Manuel Esquer.